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El nombre de Aragón no solamente llega hasta China, sino hasta Japón.

Basado en el artículo aparecido en el El Periódico, el jueves 26 de mayo de 1994 cuando Alexandre Eleazar presentó el libro Los Bere en la Biblioteca de Aragón.

Es un hecho, Alexandre Eleazar tenía razón, pues no solamente la lengua y los nombres llegan hasta China, sino hasta Japón. Cuando leí las Crónicas de los Acontecimientos Antiguos de este país impulsado por la idea de que también en esos escritos podrían hallarse pistas de la antigua lengua Elengoa, no creí entonces que esa realidad fuera tan clara. Debido a mi escaso conocimiento del japonés y de su historia mítica tuve que ponerme al día leyendo primero la recopilación del Kojiki que el Emperador Tenmu ordenara realizar a Hieda no Are entre el 673 y 686, aunque fuera escrito definitivamente por Ono Yasumaro bajo el auspicio de la Emperatriz Genmei y publicado en el 712 d. de N.E. Luego del Kojiki, fue necesario igualmente leer el Nihongi (los Anales de Japón) que la Emperatriz Gensho mandara publicar unos pocos años después del primero. Así mismo, el estudio del origen etimológico de los vocablos contenidos en las sagas y otros libros que igualmente hube de consultar, fue absolutamente necesario. Finalmente, contrastar datos -con una buena amiga filóloga intérprete de japonés- todas aquellas dudas aún por dilucidar y estudiar varios diccionarios, en especial los antiguos. Todo lo cual –a pesar de mi buena voluntad y del extenso tiempo dedicado a ello- no fue suficiente para esclarecer muchas dudas, pero sí para entender que existía una conexión importante entre ciertos aspectos de las leyendas y de muchas palabras de lenguas europeas y el japonés antiguo o el jōdai nihongo (上代日本語). De este modo, estuve convencido de lo siguiente: muchos de los juicios históricos establecidos impiden observar atentamente una divergencia histórico-filológica de gran importancia. Otro aspecto a considerar es el reconocimiento del origen y significado del antiguo japonés por parte de filólogos especializados –modernos y antiguos-, que puede variar bastante según sus propias interpretaciones, lo que conduce invariablemente a diferencias en las transcripciones y sus significados. Son en estos trabajos en los que se observan divergencias en las fechas y en las transliteraciones de nombres entre escritos tanto actuales como antiguos. Todo ello acaba haciéndonos dudar de muchos aspectos de su interpretación actual. Precisamente, sobre el origen de los textos, se puede decir que “los dioses” en el Kojiki están escritos con fonemas japoneses antiguos pero escritos en chino. Así, son dos cosas distintas. Se pueden pronunciar, pero al no haber división de palabras ni estructura sintáctica, sólo se manifestó por semejanzas con otros textos no necesariamente de la misma época. La mayoría de interpretaciones proceden de Motowori Norinaga. ¿Cómo es posible entonces que los nombres de los dioses tengan significado no solamente semántico sino contextual con una supuesta lengua de montañeses del norte de Iberia?: el vasco. Puede ser una tarea difícil asimilar que sustantivos del japonés antiguo sean iguales o parecidos a palabras vascas, no solamente en su significado, sino además en contextos mítico históricos parecidos con Grecia, Europa y América. Eso ocurre ahora por la distancia geográfica entre una región y otra. La lógica podría llevarnos a considerar varias posibilidades. Primero, que como lo mismo ocurre en otros lugares del mundo, el estudio de la lingüística histórica puede descartar la casualidad como una de los motivos posibles para la similitud entre las palabras de las diferentes lenguas. Muchas de éstas no solamente están en los textos antiguos, sino que forman parte de la lengua. Nos quedarían como opciones válidas el préstamo lingüístico y el parentesco. Pero para que éste último tenga sentido, la línea oficialista considera la mayoría de las veces la vinculación del parentesco lingüístico con el parentesco genético. Ambas, deberían andar al mismo tiempo, por lo que, si una rama genética se dividió en un momento dado de la historia, entonces también pudo dividirse la lingüística. El problema a grosso modo es que ni los asiáticos tienen cara de vascos ni los vascos de asiáticos. Nos quedaría el préstamo. Aunque, ¿cuando los vascos estuvieron en China o Japón? O ¿quizás entonces estuvieron los chinos en la Península Ibérica? Y... ¿De qué época estamos hablando? Hubiese tenido que ser un préstamo considerable por entender que en los inicios de la mitología japonesa se hallen esas expresiones. La cuestión es que no solo se trata de gramática comparada sino de la comparación e identificación del contexto mítico-histórico e idiomático que se reproduce en las principales familias genéticas del mundo.



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